PATRONA Y MADRE




El carácter de Motilla ha sido y sigue siendo pasional en la devoción a su patrona. Ya en el siglo XVI aquellos motillanos que construyeron la Ermita comenzaron a celebrar solemnemente a la Inmaculada. Para ellos era muy importante en sus vidas y en su manera de pensar. Era una devoción de rezar más que de gritar.

Las fiestas en su honor comienzan el 29 de noviembre cuando la imagen se traslada a la Parroquia y se celebran la novena. El 7 de diciembre solemnemenete se procesiona hasta la Ermita donde se le canta la Salve y el tradicional Santo Dios y la hermosa Vigilia de oración que termina al calor de la hoguera.

Los días 8 y 9 de diciembre son los grandes días de fiesta y todo motillano viva aquí o dispersos por toda la greografía se unen a su Patrona. Nadie falta a la cita. La ermita queda pequeña y las calles se abarrotan de devotos que acompañan a la Madre y le cantan en el centro del Riato el Himno más hermoso con el canto de la Salve. "Vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos".




LA ERMITA:

Construcción de siglo XVI y sillares en las esquinas. Portada con arco de medio punto con dovelas alargadas, fina columna, basa y capitel góticos. El interior es de una nave con planta de cruz latina apilastrada de donde arrancan los arcos fajones. Cúpula de media naranja en el crucero y bóveda de medio cañón con lunetos en el cuerpo de la nave.




EL RETABLO

Fue su autor José Navarro Gabaldón. Se puede decir que con este retablo a la patrona de Motilla del Palancar, la Inmaculada Concepción, José comenzó su carrera artística. Con las primeras tallas que realizó para el retablo recibió los primeros premios, que le llevaron a continuar, y por la que recibió una beca para realizar sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando.
A pesar de ser el comienzo de su carrera, este trabajo ya refleja las grandes dotes que poseía el artista.
Aunque en años posteriores seguiría trabajando de forma intermitente, aun hoy el retablo está sin terminar.




ORACION A LA INMACULADA

¡Virgen Inmaculada!
Tu intacta belleza espiritual es para nosotros
manantial vivo de confianza y esperanza.
Tenerte como Madre, Virgen santísima,
nos alienta en el camino de la vida como prenda de salvación eterna.
Por eso, a ti, oh María, recurrimos confiados.
Ayúdanos a construir un mundo donde
la vida del hombre se ame y defienda siempre,
donde se destierre toda forma de violencia
y todos busquen tenazmente la paz.
¡Virgen Inmaculada! En este Año de la Eucaristía,
concédenos celebrar y adorar con fe renovada
y ardiente amor el santo misterio del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En tu escuela, oh Mujer eucarística,
enséñanos a recordar las obras admirables
que Dios no cesa de realizar en el corazón de los hombres.
Con solicitud materna, Virgen María,
guía siempre nuestros pasos por las sendas del bien.
Amén.
Juan Pablo II